El conjunto románico de la Vall de Boí está formado por ocho iglesias y una ermita.
Una de sus características principales es la unidad de estilo arquitectónico. Son construcciones llevadas a cabo durante los siglos XI y XII siguiendo los modelos provenientes del norte de Italia, el románico lombardo, que se caracteriza por la funcionalidad de sus construcciones, el esmerado trabajo de la piedra, los esbeltos campanarios de torre, y la decoración exterior de arcuaciones ciegas y bandas lombardas.
Las iglesias románicas de la Vall de Boí son el reflejo artístico de una sociedad estructurada en torno a las jerarquías eclesiásticas y señoriales, personificadas en este caso en los señores de Erill y el obispado de Roda de Isábena, promotores de los templos del valle. En esta sociedad medieval, la iglesia no solo cumplía una función religiosa, sino que también desempeñaba un importante papel social, como lugar de reunión y refugio del pueblo. En el caso de la Vall de Boí, esta función social de los templos se pone de manifiesto en la utilización de sus esbeltos campanarios de torre como elementos de comunicación y vigilancia.
El Románico de la Vall de Boí es excepcional por la concentración en un espacio reducido de tan elevado número de iglesias de un mismo estilo arquitectónico, conservado a lo largo del tiempo con pocas modificaciones que hayan alterado significativamente su concepción inicial.
Cabe destacar los conjuntos de pintura mural que albergaban las iglesias de Sant Climent y Santa Maria de Taüll y Sant Joan de Boí, actualmente conservados en el Museu Nacional d’Art de Catalunya así como todas las tallas producidas por el Taller de Erill, a destacar el Descendimiento de Santa Eulalia de Erill.
El románico nace en torno al año 1000 en el norte de Italia y se extiende rápidamente por toda Europa. Es el primer movimiento artístico internacional con unidad estilística, a pesar de las variantes locales.
En Cataluña, el nuevo estilo artístico llega de la mano del Abad Oliba que, desde Ripoll, Cuixá y Vic, es el gran impulsor de la renovación arquitectónica que vivirán los condados catalanes durante el s. XI.
El primer románico recoge componentes procedentes del mundo clásico, la tradición local y las formas lombardas llegadas con los maestros de obra itinerantes. Las construcciones son funcionales, teniendo como única decoración exterior de arcuaciones ciegas y bandas lombardas, con muros gruesos capaces de aguantar el peso de las bóvedas de cañón Las aberturas son escasas y las naves generalmente separadas por columnas o pilares unidos por arcos de medio punto.
Durante el s. XII las mejores técnicas muestran el perfeccionamiento del trabajo de la piedra. Los recursos arquitectónicos se diversifican y se añaden más elementos escultóricos en la decoración.
En el s. XIII las formas románicas empiezan a convivir con la llegada del gótico, tal como vemos en las construcciones de la “Escola de Lleida”.
Las iglesias se construyen con materiales locales: piedra, cal, madera y pizarra. Las piedras se trabajan en forma de sillar y se unen con mortero de cal para hacer los muros y las bóvedas. Las vigas de madera y las losas de pizarra se utilizan para hacer las cubiertas
En el muro, se aplica el mortero de cal preparado con arena, cal y agua. Sobre este se realiza el dibujo preparatorio o sinopia; y, con el mortero todavía fresco, se aplican los pigmentos de color diluidos con agua.
Se utiliza para pintar sobre de la madera o aplicar los retoques finales de la pintura mural. En este caso, los pigmentos se mezclan con yema de huevo.
Centro del Románico de la Vall de Boí
C/ del Batalló, 5 – 25528 Erill la Vall – Tel.973 696 715
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